Fairy Oak

Fairy Oak

domingo, 19 de febrero de 2012

Hablando falsamente

Sintéticamente perfecto
artificialmente correcto
objetivamente subjetivo
estéticamente superficial
arcoiris cosmopolitas
luces de bohemia
mujeres de la noche
metáforas del amor
todo se queda en eso,
nada;
reflejo de la inexistencia
pero seguiremos fingiendo
vive soñando
juzguemos por las
apariencias
vive rápido sin disfrutar
el mundo es una mentira
la vida una obra de teatro
fingimos que no nos importa
porque tenemos miedo
vivimos escondidos
tras un muro de hielo
hemos nombrado a un rey
al que hemos llamado dinero
no pienses
engáñate
no pienses
convéncete de que
este modo de vida es el verdadero...

Miedo

Miedo a la Oscuridad, a la Muerte, al Vacio.

A lo Desconocido, que es lo más temido.
Miedo a dormir, nos asolan las pesadillas; miedo a soñar que nos quedamos dormidos.
Miedo a los monstruos que nosotros mismos hemos creado, que son los más terribles.
Miedo a los demás, y también a la Soledad, miedo a los ruidos y al Silencio.
Miedo a empezar, y también a terminar, y sobretodo, a quedarnos estancados. Miedo de seguir, Miedo de parar. Miedo de no saber qué hacer.
Miedo de las causas, que traen a las consecuencias, miedo a lo que está bien, y a lo que está mal.
Miedo a las cosas que no entendemos y miedo también a entender lo que no queremos.
Miedo al frio, al calor, al superior, al inferior, al blanco, al negro, que todo es más seguro estando en el centro...
Miedo a querer y no poder, y nuevamente... a no saber qué hacer, ni comó ni porqué.
Miedo al ser, y al no ser, tener miedo por tener, temer por temer.
Temer al miedo y al atrevimiento, miedo por miedo...
Tenerle miedo al Miedo.

sábado, 4 de febrero de 2012

Ojos verdes (relato inspirado en la leyenda de Bécquer)

Érase una vez...

Un joven que vivía trabajando en el castillo de sus señores feudales, pues hacía tiempo ya que se había quedado huérfano y debía trabajar duro para que él y su hermano no fueran expulsados a tierras extranjeras, que estaban plagadas de penurias y enfermedades horribles.

Miguel, que así se llamaba el joven, daba todo lo que podía por sus amos y por el porvenir de los suyos; era un chico extremadamente noble, honrado y trabajador; todo lo tenía pero también dos defectos poseía: La curiosidad y la imprudencia, peligrosos hermanos para el ser humano, y con mayor motivo si es un joven varón.

Pues un día, mientras estaba trabajando los campos de sus señores, creyó Miguel divisar un extraño reflejo que bailaba entre las sombras que los árboles producían y, curioso como él era y ya cansado de la dura mañana que había tenido, decidió ir a echar un vistazo en derredor.

No tardó en descubrir que se trataba de una muchacha que debía rondar los 17 o 18 años, vivaracha,  que bailaba y jugaba alegremente por el bosque y que, perdida en sus ensoñaciones, no vio a miguel que la observaba con una mezcla de curiosidad y perturbación. La joven vestía un largo camisón blanco, ligero como su melena castaña que se mecía dulcemente con los movimientos de la muchacha.

¿Qué hacía aquella chica sola, tan lejos de la seguridad de las murallas? Miguel decidió superar su timidez por una buena causa, llevarla de nuevo a la protección del castillo y, si era huérfana como él, pedir a los señores feudales que la admitieran entre su corte.

-Perdone, señorita- dijo muy educado, saliendo de las sombras. La muchacha se volvió hacia él y Miguel pudo enseguida notar, que a pesar del rostro infantil que ella tenía, las formas de su figura denotaban que no se había equivocado al calcular su edad.

-Señorita-continuó, algo más nervioso que antes- no debería estar sola en este bosque en estos tiempos que corren. Será mejor que deje que la acompañe a los terrenos del castillo donde estará más segura.

La joven se acercó un poco a él y le miró directamente a los ojos sonriendo. Miguel observó que su mirada era muy hermosa, de un color verde esmeralda, como las aguas de un lago cristalino, como la salvaje naturaleza, como… No pudo evitar contemplar esa mirada un rato más de la cuenta, de lo correctamente establecido para tratarse de una joven desconocida.

Ella de pronto soltó una carcajada y, fugaz como una estrella, ágil como un cervatillo, desapareció entre los árboles cantando algo que no pudo entender. El joven permaneció allí de pie, como atontado unos minutos y después, se fue.

Esa tarde, de nuevo en el castillo, se lo contaba a su única amiga y mayor confidente, la hija menor de los señores feudales, Elisa, que era más o menos de su edad, y que le entendía y le escuchaba como nadie más sabía. Ella se mostró asustada de lo que él le narraba y en su corazón una angustia que hasta entonces desconocía le hacía daño en el pecho. Eran los celos, aunque ella no lo sabía, pues; aunque no fuera consciente plenamente de ello, estaba enamorada de Miguel.

-Probablemente es extranjera, Elisa; pues no entendí una palabra de lo que cantaba mientras se alejaba.

-No creo que sea buena gente, Miguel. Tal vez incluso se trataba de una bruja disfrazada intentando atraerte con sus horribles artes. Lo mejor será que te olvides de ella, cambiemos de tema.

Pero no podía, no podía expulsar de su memoria aquellos ojos verdes. Y aunque sospechaba las razones de Elisa para disuadirle de esos pensamientos y aunque siempre había encontrado bastante bella y atrayente, su mirada era de un vulgar y corriente color marrón, cálido, si, pero no lo suficientemente atractivo como para satisfacer… su curiosidad…

Esa noche, Miguel no podía dormir. La voz de la misteriosa joven aún resonaba en su mente y aquellos ojos…

Se levantó de su cama y se asomó por la pequeña ventana, que daba al campo que esa misma mañana había estado trabajando. Mientras contemplaba el cielo estrellado, la melodía que entonaba la muchacha se fue volviendo más intensa en sus recuerdos. ¡No! No la estaba imaginando, la escuchaba de verdad. Casi enloquecido, salió de la habitación. Tenía que encontrarla, no podía ser de otra manera.

Al llegar al portón de la muralla se encontró con una figura que la aguardaba. Era Elisa, claro. Ella sabía lo que iba a hacer, lo intuía.

-No vayas, por favor. Miguel, no te vayas, hazlo por mí.- Él miró sus ojos y vio por primera vez que no eran en absoluto vulgares ni corrientes. Eran preciosos. Pero no eran verdes. 

Nunca sabemos lo que tenemos hasta que lo perdemos. Miguel no sabía lo que tenía y además era presa del capricho, del deseo, de lo prohibido. Era víctima de la curiosidad. Y la curiosidad mató al gato, queridos amigos, como todos sabemos ya.

Él hizo caso omiso a su corazón y al de Elisa, que se rompía en pedazos mientras él se iba alejando poco a poco de las murallas, del castillo.
En la mente de mente de él no quedaba espacio para el arrepentimiento, mientras se internaba en el sombrío bosque, cada vez se encontraba más confuso por la situación, le parecía que vivía un sueño pero continuaba guiado por la voz ansiando encontrarse esos ojos otra vez…

Por fin estuvo frente a ella. La joven estaba ahora cambiada, parecía más adulta, más bella y salvaje; más peligrosa. Estaba completamente desnuda y bailaba como aquella mañana totalmente sumergida en sus ensoñaciones. Miguel apenas era consciente de esto, solo deseaba hundirse en su mirada y aferrarse a su figura de mujer… 

El deseo cada vez lo confundía más y cada vez razonaba menos. Ella lo vio y, riendo, lo abrazó. Él no podía más quería ver sus ojos verdes, quería tocarla, quería besarla, quería… cuando al fin las pupilas de ambos se encontraron, el universo se le hizo un segundo y ese segundo se le hizo miles de años…

Su figura de mujer se deshacía entre sus dedos, se difuminaba como el humo en el viento… pero Miguel no veía nada, solo un lago verde cristalino ahogado en la lujuria… cuando estos desaparecieron también, se vio tumbado y desfallecido en medio de un bosque frondoso y sombrío, rodeado de lobos hambrientos que le observaban con aire inquisitivo, sus ojos amarillos eran toda la luz en aquella oscuridad.

Miguel lo había olvidado todo para siempre: Quién era, dónde estaba, cómo había llegado allí… Se había olvidado por completo de su hermano, de sus señores y de una joven de bella mirada marrón muy cálida, que no podía dormir, enferma de tristeza; pues su único amigo llevaba siete días desaparecido…


Tan solo una siniestra melodía quedaba ya en su mente… así como una sombra de tono esmeralda anclada en el fondo de su corazón.