Fairy Oak

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domingo, 2 de marzo de 2014

Poemas.

Noche de viernes.

Se reúnen los amigos de siempre. Bar de madrugada, las mismas viejas anécdotas de siempre, las mismas risas. Esta noche es un poco diferente. Cuando todos ya deciden irse, cambiar de local, dos deciden quedarse. Tienen cosas distintas de que hablar y prefieren decírselas a solas.

Ella y él.

Los demás se han ido. Pido otro vaso de vino dulce. Por un rato, no decimos nada. Escucho, a ratos, la música sin reconocer ninguna canción. Te noto algo distante. Al fin, decido dar el primer paso. Te pido que me recites un poema. Por tu mirada, sé que es lo que esperabas. te quedas callado, piensas un rato. Finalmente, sin ninguna introducción, comienzas. Tu voz sale algo temblorosa pero solo al principio. Aunque suave y profunda, haces los cambios de tono y volumen cuando hacen falta. No es un poema de amor. Es un poema de verdad. Acabas, ninguno de los dos dice nada.

Te pido que me recites todos tus poemas. Permaneces un rato mirándome a los ojos, dubitativo. Suspiras profundamente, bebes un poco más de vino y comienzas. 

Él y ella.

Uno a uno, recito todos mis poemas para tí. Asombrosamente, me los sé todos de memoria. Apenas hago pausas entre uno y otro. Ninguno de mis poemas habla del amor ni del desamor. Te los recito solo para ti, aunque tú no me miras. Permaneces algo distante en actitud ensoñada. Es difícil saber si me estás escuchando en realidad. Sé que sí, en el fondo, tan solo es que es tu manera de ser. No sé si hay ya alguien mas aparte de nosotros en este bar, ni si es ya bastante tarde. Solo pienso en recitar, uno tras otro todos mis poemas. 

Termino mi repertorio y ella no dice nada. Yo no digo nada. Hay un corto silencio, interrumpido por alguien que nos dice que el bar ya va a cerrar.

Ella y él.

Salimos del bar. Afuera ya está tan oscuro que casi parece que clarea. La calle es fría y solitaria porque no es un lugar por donde la gente suele salir. Nos preguntamos en voz alta dónde estarán los demás y luego vuelve el silencio. En realidad tampoco queremos reunirnos con ellos. Comenzamos a caminar, sin rumbo fijo. Nos limitamos a vagar en silencio por la vieja ciudad.

Él y ella.

Paseamos por aquí y por allá. No hablamos de nada y tampoco miramos a nadie. Existimos, y ya está. Paseamos por los lugares de siempre y también por lugares que nunca habíamos paseado. Nos recorremos la ciudad un par de veces paseando, sin prisa, sin hablar.

Al final nos detenemos en lo alto de un puente de piedra y nos quedamos mirando las luces lejanas de la vieja ciudad. Al cabo de un rato rompo el silencio y te pido un poema. Miras hacia otro lado, pero creo que he visto una fugaz sonrisa.

Pasa otro largo rato y finalmente, comienzas. Tu poema habla sobre caminos, recuerdos, mares, locura y silencio. Cuando acabas, ninguno de los dos dice nada.

La noche sobre la vieja ciudad está a punto de extinguirse. Los bares ya hace tiempo que han cerrado. Los maestros y las monjas ya hace rato que duermen sus últimos sueños. Pero en lo alto de un puente de piedra, aún quedan dos personas que se recitan mutuamente poemas.

Él y ella. Ella y él.